(1)Por Juan Manuel Sánchez Quinzá-Torroja, profesor titular del departamento de Economía y de la Universidad Senior de la UDC.

Varios estudios realizados durante los últimos años habían predicho que ocurriría una pandemia, habiéndose alertado que el mundo no estaba preparado para ello, y que era necesario tomar medidas urgentes para paliar sus efectos. Tales alertas no solo no se atendieron, sino que se aplicaron políticas económicas que han deteriorado los servicios a base de recortar el gasto público, y que se ha puesto de manifiesto con el enorme impacto negativo que tales políticas han tenido sobre los servicios sanitarios y sociales, con notables reducciones en el número de camas hospitalarias y en el número de médicos y del personal de enfermería.

Sin embargo, como se está viendo, es el servicio público de salud el que nos está sacando del atolladero, a pesar del mal trato recibido en los presupuestos desde hace años, como es también el sistema de investigación médica y científica pública, el que nos aporta la innovación y los conocimientos para solventar esta grave situación.

Es la solidaridad colectiva la que hace fuerte a los individuos, por lo que la suma de los egoísmos individuales, no nos asegura el bienestar. Por eso, quizás, ha llegado la hora de que asumamos que no es el mercado salvaje quién pueda resolver los grandes problemas sociales que se están planteando.

Y es que España y otros países europeos, aunque debilitados por años de políticas neoliberales, sostienen, no solo el sistema sanitario y educativo con escasos medios, sino que toman medidas económicas y sociales de gran calado para reducir los graves efectos de esta pandemia.

Ha sido necesario que el coronavirus descubriera las virtudes de la política Keynesiana (olvidada, postergada y desprestigiada durante las últimas tres décadas) basada en la intervención correctora del estado en la economía y el carácter benefactor y multiplicador del gasto público. Nunca es tarde si la dicha es buena y si la convicción de seguir utilizándola se mantiene más allá de las actuales circunstancias excepcionales y se rectifiquen políticas económicas que han resultado letales, sobre todo para los más desfavorecidos.

 La defensa del Estado de Bienestar y de sus prestaciones se demuestra pagando los impuestos, así como optando por políticas económicas redistributivas que lleguen a todos, y que defiendan sociedades equitativas, solidarias y cohesionadas, haciendo prevalecer en los proyectos de futuro, lo social en lugar del individualismo extremo competitivo, que siempre acaba siendo empobrecedor.

La epidemia actual puede ser una magnífica ocasión para volver a la política keynesiana, que nunca se debió de abandonar, y para repensar algunas cosas y prioridades, demostrando así haber aprendido alguna lección importante de cara al futuro.